Finalizó el primer mes del año y no es un secreto que el principal problema que viene afrontando la ciudad y el departamento del Atlántico es el de la inseguridad. Lo preocupante del asunto es que en esta oportunidad la situación es mucho más compleja y las medidas adoptadas por las autoridades competentes -en cabeza del alcalde de la ciudad y el gobernador- han resultado insuficientes porque, paradójicamente, estamos ante un problema que no es de forma sino de fondo.
Aunque el gobierno hace grandes esfuerzos para combatir este flagelo en el país -ciudades capitales, áreas metropolitanas y municipios de los diferentes departamentos- el tema es percibido por muchos ciudadanos como un mal de nunca acabar.
Para el caso de Barranquilla y los municipios del Atlántico el tema tiene muchas aristas que van más allá de los Consejos de Seguridad, la prohibición del parrillero en moto para ciertos sectores, herramientas de apoyo como cámaras y vehículos para la policía, aumento del pie de fuerza de la misma, entre otras acciones que, si bien los alcaldes y el gobernador han venido liderando articuladamente, y que aportan a reducir los índices de inseguridad, no han sido la solución definitiva.
La ciudad, así como los 23 municipios que conforman el departamento, necesitan de unas verdaderas políticas públicas en materia de seguridad y convivencia ciudadana o, si es el caso, fortalecer las que ya existen debido a que a diario se viene incrementando el sicariato, el hurto, el porte ilegal de armas, la venta de drogas, tan sólo por nombrar algunos casos.
Razones a estas situaciones podemos argumentar muchas, entre ellas la falta de oportunidades laborales y de educación, principalmente la superior; el conflicto interno que vivimos desde hace más de 50 años, que con la firma del Acuerdo de Paz ha generado un parte de tranquilidad y esperanza en muchos colombianos; el desplazamiento forzado, así como la llegada de personas provenientes de otros lugares que, al no contar con un ingreso, ni poder conseguir un empleo, en muchas ocasiones buscan la manera más fácil de sobrevivir y es delinquiendo.
Como mujer y ciudadana que he vivido de cerca este tipo de problemáticas sociales soy una convencida, por experiencia, que esto no se combate sólo con acciones como las mencionada anteriormente, sino con el compromiso integral que debe asumir la máxima autoridad de una ciudad, departamento o municipio para desarrollar e implementar medidas contundentes que conlleven a planes de inversión social, a combatir el desempleo, a que haya más acceso a la educación, fortalecimiento de la justicia, acompañamiento a jóvenes que se desmovilizan de pandillas y mayor presupuesto para que a través del deporte nuestros niños y jóvenes vean otra forma de superarse.
Esto se logra, por supuesto, con estudios serios que permitan el diseño o rediseño, si es el caso, de programas que den resultados a corto, mediano y largo plazo para reducir la inseguridad. Así mismo, reitero que la seguridad debe empezar primero por nuestro hogar, de ahí los valores y principios que estemos inculcando a nuestros hijos y a nuestras familias.
Hoy con cierta tristeza veo como los titulares de prensa no los encabeza un evento tan importante como lo es el Carnaval de Barranquilla, sino que por el contrario la preocupación de los que habitamos esta ciudad -que siempre ha sido destacada por su aporte a la cultura, por su desarrollo, competitividad y porque para muchos aún sigue siendo el mejor vividero del mundo- es que las cifras de asesinatos se han disparado en lo que va corrido del 2017 y, aunque las estadísticas indican que los hurtos han disminuido en comparación al año anterior, lo que muestra la realidad es otra cosa.